lunes, octubre 10, 2005

CRÓNICA DE UN CHOQUE ANUNCIADO


Su chapa es " Pequeño juan", un obelisco de carne que funciona con matonaje y prepotencia. Su modus operandi es siempre el mismo: aceleración, encerrona letal y posterior canalla chantada. O si nó, atravezar una calle velozmente sin respetar roja, disko pare o micro embalada que venga. Si alguien alegaba o reclamaba, una estirada de piernas, un par de groserias y todos quedaban chupados.
Incluso ocurrió una vez que otro gigante se batió a duelo con la bestia, pero el desenlace fue desesperanzador para quienes pensaban que el reinado del ogro había acabado.
Es por eso que aquela tarde todos quienes vieron el incidente solo atinaron a esbozar una leve sonrisa cuando el diminuto Manuel articuló su extraña amenaza.
Pequeño Juan aceleraba freneticamente su carro blindado por Picarte, su vista inyectada en sangre demostraba la frustración de una mala mañana y cuando vió a la familia completa hacerle señas al Manuelito su animalesca cara se transformó y enfiló ese Daewo como cero japones hacia el paradero. Algunos dicen que incluso el parachoques trasero rozó levemente el frontis del siempre brillante sentra 1 antes que Manuel se soleresra completamente para evitar el impacto.
El resultado para el pobre Manuel fue nefasto, la llanta delantera derecha se pegó un palo de proporciones con la vereda lo que terminó por desinflar y desfigurar la rueda.
El agresor yacía estacionado y sentado tranquilamente como un pachá mientras los pasajeros subían nerviosamente (quizas hasta por miedo) cuando de improviso se percata que un enano flaco y con cara de beato se acerca por su ventanilla. A lo mejor le dió risa, o no entendió, el caso el caso es que al ver esa cara tan apasible y sin expresión ponerse frente a su rostro no lo hiso reaccionar como de costumbre . Solo se quedó callado y pasmado cuando el pequeñísimo Manuel pronunció lenta y amablemente con su pulcra dicción:" El tráfico es peligroso, cuídese de los rojos y los discos pare". Para luego girar en 180 grados y comenzar a poner su rueda de repuesto.
Pasaron semanas y hasta meses desde el insidente, pero el Pequeño juan ya ni siquiera lo recordaba, al parecer ya habían sucumbido bajo sus encerronas y atravezadas demasiados darkcars como para acordarse de un enano con vocecita educada.
La pega se había mejorado y el movimiento constante y monótono hacía desaparecer toda rencilla y drama anterior.
Aquella tarde estaba rellenando combustible cuando Manolito en su impecable Sentra 1 se me ligó a imitarme .
-Kiu Manuel, dije.
-Sr. Satánico, que cuenta.
-Akí,...envidiable este toko, como brilla tanto siempre?. Digo acariciando la joya.
-Negro al horno, ademas de nunca chocado.
-Casi imposible para un coleco.Apelo.
-Sep, pero esta por sucumbir.
-Por???. Digo nervioso.
-Este...el año. Solo me queda un parcito de meses, despues chabela, hay que renovarlo ya que su vida de vehículo de locomoción colectiva expira este año.
-Hum que pena, a endeudarse noma` colega.
-Sep, chau suerte.
-Suerte.
Cuando manejaba entre los atiborrados pasajes y estrechas calles sentía en la boca una sensación extraña que me dejó esta conversación. Posiblemente la mas convinsente muestra que el sexto sentido colectivero si existe.
Pequeño juan estaba contento y por ende frenético, sus aceleradas derrapaban en las callecitas empolvadas con arenizca, sus frenajes al límite asustaban a cuanto quiltro aparecía, el gemido de los neumáticos lo llenaba todo.
Dicen que a esa altura no respetaba ya ningún disko pare, pero co mo ya era conocido en el medio (sobre todo por su fea calcomanía del ponzoñoso escorpión en su cola) todos estabamos sobre aviso y extremábamos los cuidados.
El conductor Juan llega a esa gran parabólica curva que termina en ese puto disco pare que corta todo el vuelo y hace sacar de su lugar a la mágica tercera, pero como solo viene lejos ese sentra uno no hay problema para levantarle esos pasajeros que se ven mas allá al final; Su pie firme no titubea, el Daewo brama veloz y el Pequeño no saca la mirada de de la cerrada esquina...va a pasar primero como siempre.
Solo cuando ya está en la curva ve de reojo, escucha ese motor ultrarevolucionado que se acerca como torpedo y solo un segundo antes ve el destellante sentra con el enano al volante, en ese mismo instante se da cuenta de todo.
Esta parte del relato me la contó un bombero chichero que trabaja poco y copuchea harto. Futbolísticamente hablando, fue una plancha a la altura de la yugular.
Un choque bonito bonito, de los buenos, digno de película de gringos; El sentra se incrustó a la altura del pilar, agarró "gueso y carne", dicen que ambos parabrisas (del daewo) reventaron al unísono, señal inequívoca de la pérdida total de la línea automotriz, algo así como perder la virginidad para una monja. El resto es simplemente innumerable e infinito, solo el motor quedaría con un sierto valor comercial.
Del "Pequeño Juan" se dijo mucho. Que el schock que entró en el choque hizo pensar en algo mas grave en el momento, pero al igual que los curaos' los hijos de puta tienen la misma suerte angelical. Otros dicen también que el schock lo dejó mudo por varios dias despues del accidente. Lo único que es ciertamente creible es que nunca más se subió a un vehículo pequeño.
Solamente se siente seguro en máquinas mastodónicas, en la actualida conduce una micro que su jefe reviza diariamente para ver si tiene el mas mínimo rayón.
En cuanto al Manuel, por ahí anda trabajando de nuevo, claro que ahora el sentra es 2 y "cero" kilómetro.